Las comunidades de práctica como parte de mi día a día

    Desde muy pequeña, me han encantado las artes, especialmente todo lo relacionado con la danza y la música.

    Mi familia es una gran amante de la música clásica; mis padres se conocieron en la banda de música de mi pueblo. Mi madre tuvo que dejar su instrumento, pero, en cambio, mi padre siguió estudiando y, en la actualidad, se dedica profesionalmente a la música. Esto hizo que, desde pequeñas, mi hermana y yo asistiéramos a diferentes conciertos de música clásica, lo que me permitió conocer los distintos instrumentos y, finalmente, descubrir cuál quería tocar: la flauta travesera.

    Para poder tocar un instrumento, es necesario tener una base musical, por lo que, a los 5 años, ya estaba apuntada a clases de música y empecé a tocar la flauta a los 7. Tras varios años en la escuela de música, decidí hacer las pruebas para ingresar en el conservatorio y las superé, así que, a los 12 años, inicié mi formación como música.

    Simultáneamente, asistía a clases de ballet, pero las dejé porque sentía demasiada presión. Más adelante, me apunté a gimnasia rítmica y entré en un equipo de competición. Entre la música, la gimnasia y el instituto, no paraba ni un segundo, por lo que, finalmente, debido a los horarios, tuve que dejar la gimnasia rítmica. Pasé unos años sin practicar otro deporte, centrándome en la flauta y en mis estudios. Sin embargo, en 3º de la ESO decidí apuntarme a clases de baile urbano. Como solo eran dos horas a la semana, no tuve problemas para compaginarlo con la música. Un año más tarde, entré en un equipo de competición de mi escuela de baile y, al ser más mayor, pude organizarme mejor para equilibrar los estudios, la música y el baile.




   Cuando llegué a 2º de Bachillerato, con la EVAU y el recital de fin de grado de música, tenía un nivel de estrés muy alto. Aun así, el baile me ayudaba a despejarme y a liberar tensiones. Sin embargo, nunca lograba desconectar del todo, por lo que ese año no disfruté tanto de la competición y del baile urbano, llegando a la conclusión de que necesitaba un descanso de esa disciplina. Al comenzar la universidad, tomé la decisión de no continuar con mi formación musical, es decir, descarté la idea de hacer el grado superior de música. En su lugar, decidí retomar el baile, pero esta vez algo más tranquilo: el baile contemporáneo.

  

    Puede que, a estas alturas, no veáis la relación entre esta parte de mi vida y nuestra clase de organización y gestión de instituciones educativas. Sin embargo, yo encuentro una gran conexión con la teoría de Jean Lave y Etienne Wenger, explicada en clase. Al final, gran parte de mi vida ha consistido en pasar de una comunidad de práctica a otra.

    Esta teoría pone el foco en el proceso de aprendizaje más que en los resultados esperados de la enseñanza. En concreto, nos ayuda a comprender el aprendizaje dentro de una comunidad: quién aprende de quién, qué significa aprender dentro de esa organización… Es decir, cómo se pasa en cualquier institución de ser un novato a convertirse en un experto, mediante la práctica, la ayuda de los más avanzados, etc. Convencionalmente, se entiende el término "aprender" como la adquisición de ciertas habilidades o el incremento de información sobre algo. Obviamente, en el conservatorio, cada año adquirimos más conocimientos, al igual que en las clases de baile, lo que nos permite ejecutar los pasos con mayor facilidad y con una mejor técnica. En cuanto a la música, nos ayuda a comprender por qué ciertas obras están escritas de determinada manera o por qué se emplean ciertos tiempos, permitiéndonos descifrar la intención del compositor.

    Sin embargo, Lave y Wenger consideran que el aprendizaje va más allá de lo meramente cognitivo: es un viaje de la periferia al centro, es decir, de novato a experto. A medida que adquieres conocimientos, la comunidad comienza a reconocerte como parte de ella. Por ejemplo, en el conservatorio, al principio solo eres un niño aprendiendo a tocar un instrumento; con los años, perfeccionas tu técnica y, en los últimos cursos, ya eres reconocido como un músico, como parte de esa comunidad. En este proceso de reconocimiento no solo participan los profesores, sino también las relaciones que estableces con tus compañeros, las cuales pueden enriquecerte tanto o más que las relaciones con los docentes.


    A través de este conjunto de amistades y relaciones formales e informales, cambiamos como personas, de acuerdo con lo que una comunidad concreta considera valioso o importante. Para mí, la música clásica no es aburrida, sino emocionante y divertida, gracias al ambiente y al círculo de amigos en el que me he desarrollado. Sin embargo, sé que para la mayoría de la gente este tipo de música es monótona y solo sirve para estudiar o dormir. Esto se debe a que no han tenido el privilegio de formar parte de una comunidad relacionada con este ámbito. Si lo hubieran hecho, serían capaces de reconocer la dificultad, la delicadeza y la emoción que requiere esta música.

Aquí os dejo uno de los conciertos de la orquesta del conservatorio (en la que yo participaba) en el auditorio nacional de Madrid:

 

 

 Por último, esta teoría enfatiza que la participación es esencial para que el aprendizaje sea posible. Un ejemplo de ello son todas aquellas personas que comenzaron en el baile o la gimnasia rítmica sin tener conocimientos previos. Gracias a la práctica, a las preguntas a los profesores, a sus respuestas y a la interacción con los compañeros, fueron mejorando y dominando la disciplina, llegando incluso a formar parte de equipos de competición, como me ocurrió a mí en el baile urbano y en la gimnasia rítmica.

    En conclusión, nuestra vida se basa en comunidades de práctica. Nuestra familia, nuestro círculo de amigos, nuestro trabajo, la carrera que estudiamos, las actividades extracurriculares en las que participamos… todas son comunidades de práctica. Gracias a nuestra participación en ellas, aprendemos de los demás o ayudamos a que los demás aprendan de nosotros.

Comentarios

  1. Guau Paula qué conexión, fui a verte tocar!! (Y tb toco la flauta, qué fuerte).

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  2. Paula como tocas esa flauta. Haber cuando haces un dúo con Juan y su xilófono

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