LOMLOE, un camino difícil pero lleno de buenas intenciones

La educación en España ha pasado por mas leyes que cursos escolares. Cada gobierno ha querido dejar su huella, y eso ha generado una sensación de inestabilidad constante en el sistema. En este vaivén, la LOMLOE llegó como una reforma que, pese a las críticas, planteó cambios necesarios y alineados con las necesidades del siglo XXI. Ahora bien, no podemos negar que el proceso de adaptación ha sido todo menos sencillo.
Aunque la LOMLOE entró en vigor en el año 2020, yo no pude experimentarla hasta 2º de bachillerato, es decir, el curso 2023-2024, ya que la ley empezó a implantarse de la siguiente forma, a modo de transición:
- En el curso 2021-2022, se implanta la LOMLOE en los cursos impares, por lo que a mí, que cursaba 4 de la ESO no me supuso ningún cambio.
- En el curso 2022-2023, se implanta la LOMLOE en los cursos pares restantes.
Estarás pensando, ¿no debería de haber notado el cambio a la LOMLOE en el curso 2022-2023 y no en el siguiente?
En principio se supone que debería de haber notado un cambio en cómo de desarrollaban las clases, el enfoque de la misma enseñanza... pero no recuerdo ningún cambio en estas clases de 1 de bachillerato (curso 2022-2023).
En mi opinión , los propios profesores no eran capaces de entender cómo debían desarrollar y enfocar sus clases, no conocían formas de desarrollar las diferentes competencias, como hacer que mediante su asignatura los alumnos pudieran desarrollarlas.
En cambio, ahora tras haber estudiado la LOMLOE entiendo que sí pudo haber algún cambio que no noté, por lo que explicaré algunos de los cambios y desafíos clave para que todos aquello que piensen que no ha habido ningún cambio, sean conscientes de ellos:
Uno de los pilares de la LOMLOE es su apuesta por las competencias. Ya no se trata tan solo de memorizar datos, sino de aprender a aplicar el conocimiento, desarrollar el pensamiento crítico y trabajar en equipo. Esto, en teoría, suena genial. Y en la práctica, también lo es… pero solo si los medios acompañan.
Muchos de mis docentes recuerdo que celebraban este enfoque, ya que supone una manera más realista y motivadora de enseñar. Pero la realidad en los centros es que no todos están preparados para dar ese salto. La formación docente, los recursos disponibles y los tiempos para adaptarse han sido limitados, lo que ha ha dado lugar a incertidumbre e incluso en algunos casos, a frustración.
Otro gran cambio ha sido la revisión de los currículos. Se pretendía reducir contenidos para centrarse en lo esencial, lo que abría la puerta a una mayor personalización del aprendizaje. Sin embargo, muchos de mis profesores me comentaron que se encontraron con documentos poco claros, objetivos demasiado amplios y, en ocasiones, contradictorios.
Esta falta de concreción obligó a los equipos docentes a rehacer programaciones enteras, a veces sin un marco común claro. Es decir, la intención era buena, pero la ejecución dejó huecos que los centros tuvieron que llenar como pudieron.
La LOMLOE también ha apostado por una mayor inclusión, promoviendo que todos los alumnos, independientemente de sus capacidades o situación personal, aprendan en un entorno común. Esto significa, que no son los alumnos los que se deben adaptar al centro, sino que el centro debe adaptarse a las necesidades de cada uno de sus alumnos, y obviamente para ello será necesario tener medios, personal especializado y tiempo. Y eso no siempre está disponible.
Por tanto, aunque la ley marca un rumbo positivo, el sistema educativo aún no tiene las condiciones ideales para seguirlo sin tropiezos.
Entonces, ¿es la LOMLOE una buena ley?
En mi opinión sí, ya que se nota que es una ley con buenas intenciones y con muchas propuestas acordes al tiempo en el que vivimos. Fomenta una educación más humana, inclusiva y adaptada al mundo real. Pero también es una ley que llega sin un plan sólido de implementación y sin la inversión necesaria para hacer posible su implementación en todos los centros.
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